30.7.09

Cuando se encuentra un pez gordo atrapado en una camilla blanca..

Mi abuelo está internado, pobre viejo.
Dice que llegó su hora, y llora mucho, mucho, mucho.
Estaba bien, solo tuvo una pequeña recaida. El quilombo empezó cuando algún enfermero inepto, de esos que tanto abundan estos días y le dan gracia a la historia, a la hora de doparlo porque le dolía una pierna, en vez de inyectarle los tres mililitros de base de opio/extasis (de eso está echo el medicamento) le inyectó DIEZ.
Si.
Mi Tatata estaba chochísimo.
El primer día cuentan que no reaccionaba.
Al segundo, balbuceaba.
Al tercero, se le empezó a entender lo que decía. Empezó por preguntar a dónde mierda llevaba este tren. Qué tren? ni idea.
Se reía un poco. Tuvimos la suerte de que el hospital estuviera a diez cuadras de la casa de mi tío Billy. Y cuando lo vio, le preguntó que cómo carajo había ido a verlo. "En auto, gorda" le contestó a lo que empezó a quejarse de nuevo "Noo, pero que lástima! con lo lejos, lejos que vivís..".
A mi tío Mauricio le hablaba de una vaca. "Por dios Mauricio, bajá esa vaca del techo". "Qué vaca, viejo?". "La del techo". "Estás dopadísimo". "TU madre!!".
Llora, se emociona, se queja. Se quiere ir.
Es un pez gordo que no está hecho para hospitales. Gordo, gordo. Gordo inglés.
Se turnan para cuidarlo a la noche. Porque más de una noche, ninguno es capaz de soportarlo.
Empieza por quejarse, y hablar hasta entradas las dos de la mañana. Y se queda dormitando sentado, con los ojos semi-abiertos.
Cuando al fin creíste que podías sentarte un rato -porque solo hay una silla en el cuarto compartido-, y cerrar los ojitos, se pone a rezongar. Que me tengo que ir. no se qué mierda hago acá, mirá. Mirá la hora que es (no tiene reloj) y me tienen acá como un inválido, me tengo que ir. Es obvio, me tengo que ir.
No viejo, no te podés ir estoy en el hospital.
Y llora. Llora, llora, llora. Llora todo lo que jamás lloró con mis cartas (en frente mio, se de sus lágrimas furtivas). Uno no sabe que hacer, y trata de explicarle que no se puede ir así como así.
A los cuarenta minutos, lo acepta. Y se queda quieto.
Volves a cerrar tus ojos. Hasta que el tenue sonido de sabanas corridas te obliga a espiar un poco lo que pasa en esa camilla del diablo.
Lo que pasa, es que se está bajando de a poquito. Mirándote, esperando que creas que todo es una ilusión, trata de abandonarla cama para abandonar a los pobres infelices obligados a quedarse, a quienes el no pertenece para nada. Claro está.
No viejo, no hagas eso.
Bueno.
Este episodio, que tarda en concretarse más o menos una hora y media. Y se repite aproximádamente unas tres veces a lo largo de la dulce, dulce noche. Y tengamos en cuenta el invierno mendocino, por favor.
Una delicia.
El resto de tiempo libre que separa cada repetición, es ocupado por algunos de sus gemidos o llantos sosegados. Por qué? Porque recuerda que la muerte está en cada recodo y basta un desliz inoportuno para que lo abraze en su frio característico.
Tuvo ya tres compañeros de habitación. A quienes les llegó la hora. Ya va por el cuarto.
Ayer, le toco volar a un viejito que estaba en coma, y respiraba gracias a unos cuantos quilos de aceite y metal. Hasta que Mauricio llegó (a las 15.03), el estuvo llorando. "Se murió, el viejito se murió".
Se lo dijo a mi tio, y este lo tranquilizó diciendole que oyera el sonido del respirador artificial, que significaba la prescencia de alma todavia en el cuerpodel pobre hombre.
A las 15.14, la puerta de la habitación se abrió. Y dio paso a un viento frio.
Las lágrimas comenzaron otra vez. "Me lleva, me lleva. Vino a buscarme". "No gorda, no es tu hora" lo tranquilizó el Mauri.
Tan rápido como empezó el llanto, a las 15.15 desapareció. Y el Tatá se quedó tranquilo.
Mi tio controló que el compañero estuviese bien, pero el compañero no estaba. Solo habia en la camilla unos huesos cubiertos de carne carcomida y piel cetrina.

Hoy mi madre lo pudo ver. Y al momento depreguntarle como estaba, se le llenaron los ojos de lágrimas otra vez.
Mal, estoy mal, muy mal..
Pero yo te veo bien!
Es que soy muy bonito, pero estoy mal.. (todavía llorando).

Ese es mi abuelito. Dopado y todo, pero todavia jode y rompe las pelotas como en sus mejores épocas. Solamente tiene un par de fugas de lágrimas.
Todavia no hablé con el. Pero me pregunto si va a estar conmigo cuando florezcan las margaritas de montaña.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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